El espíritu

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Comunicaciones preparatorias 10

“El espíritu no es sólo una concepción filosófica, el espíritu es una realidad coordinada con las actividades del hombre y que genera en su inteligencia una suficiencia, es decir, un poder para comprender su propia evolución, su razón de ser y el futuro que se desarrolla ante él.” BdM

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Mientras el hombre no haya comprendido la naturaleza profunda de su pensamiento, mientras no haya comprendido el poder de la comunicación con los planos superiores, mientras no se haya comunicado inteligentemente con el origen de su pensamiento, mientras no haya conocido la mecánica de su pensamiento, le será imposible comprender lo que significa la palabra “espíritu”. Y si no entiende la naturaleza de la palabra espíritu, si no entiende la esencia del espíritu, ¿cómo puede generar suficiente luz en su vida para comprender su vida y estimar su valor real, tanto el valor presente como el futuro?

El hombre debe desprenderse de sus concepciones psicológicas de la inteligencia si quiere lograr, un día u otro, una mayor o menor comprensión de la realidad de su propio espíritu, de su propia vida y de su propia inteligencia. El espíritu no es sólo una concepción filosófica, el espíritu es una realidad coordinada con las actividades del hombre y que genera en su inteligencia una suficiencia, es decir, un poder para comprender su propia evolución, su razón de ser y el futuro que se desarrolla ante él.

El espíritu es una fuerza, una fuerza inteligente, el espíritu es inteligencia. Y cualquier relación entre el hombre y el espíritu se convierte en una relación de comunicación que permite al hombre autodeterminar su vida y dedicar sus energías a un proceso creativo vital, que le lleva a donde debe ir, y no a donde es conducido por los acontecimientos existenciales de una vida inconsciente y mecánica.

La importancia de que el hombre comprenda la ley de toda comunicación con el espíritu, basada en la inteligencia de su mente, en relación con la inteligencia del espíritu con el que se comunica, es la piedra fundamental sobre la que debe construirse cualquier posible concepción de la realidad. Sin esta piedra fundamental, el hombre agota rápidamente su fuerza y contribuye a la continuidad de la alienación entre él y el cosmos invisible.

Es inútil que el hombre busque mediante fórmulas prácticas, espirituales o filosóficas, los atributos del espíritu, pues el espíritu sólo genera en el hombre la inteligencia que el hombre está dispuesto a recibir. Y esta inteligencia que está dispuesto a recibir se mide siempre en la escala de la personalidad humana y en conjunción con el plan de vida de tal o cual Hombre.

Pero ya no es la cualidad o grandeza de la inteligencia lo que importa cuando el hombre está en comunicación con el espíritu y su espíritu aprende gradualmente a descubrir, sino la cualidad de su inteligencia, la profundidad de esa cualidad y la virtud misma de la inteligencia de esa cualidad. Para que todo hombre, cualquiera que sea su proyecto de vida, que posea la inteligencia del espíritu, pueda fácilmente ponerse de acuerdo con otro hombre, cuyo proyecto de vida puede ser más vasto y cuya inteligencia también es más vasta, pero cuyo origen pertenece a la misma cepa, es decir, a las fuerzas de la luz.

La universalidad del hombre, la universalidad de los hombres, está representada por la conciencia del espíritu en el hombre. Y cualquier relación entre las fuerzas de la luz y la inteligencia del hombre, tiene calidad sólo en ausencia de las diferencias intelectuales que las personalidades están dispuestas a atribuir a la inteligencia universal.

La carga del error humano se basa en la concepción de la inteligencia del hombre, expresada por su personalidad cultivada y condicionada por la tradición. Cuando en realidad, la inteligencia humana, cualesquiera que sean sus virtudes o cualidades, se esconde detrás de ella, un cuadro en el que se inscribe la inteligencia universal. Pero, por desgracia, este cuadro….. (corte). Porque precisamente el Hombre -preocupado por su conocimiento, y sin haber sabido reconocer la escritura en la pizarra- se niega a verla como una pre-personalidad. Así que con el tiempo, se inclina a glorificar su inteligencia y a atribuirse a sí mismo todos los aspectos de esa inteligencia sin reconocer el aliento invisible que hay en ella. Con el tiempo, la conciencia de la respiración invisible desaparece y el hombre se sumerge en las preconcepciones erróneas que tiene del mundo real e invisible.

El hombre debe aprender a coordinar la naturaleza de sus pensamientos con el origen inteligente de sus pensamientos. De modo que si sus pensamientos le parecen que no provienen de él, debe hacer un balance en la instantánea, y reconocer que una inteligencia distinta a la suya le sopla estos pensamientos, para dirigirlo en el proceso filosófico de su vida.

Pero si el hombre no está dispuesto a reconocer, o no está educado en el reconocimiento de esta realidad, es obvio que nunca podrá alcanzar la plena conciencia de sí mismo y eventualmente darse cuenta de la profundidad de su realidad. No se trata de que el hombre se vea atrapado en el juego de todos los pensamientos que pueden penetrar en su mente, sino más bien de darse cuenta de que algunos de estos pensamientos provienen de una inteligencia superior que lo vigila y lo guía en su evolución.

Este primer paso bastará ya para llevarle, poco a poco, a dejar de lado el incesante flujo de inteligencia, o de pensamientos inteligentes o no inteligentes que pasan por su mente, y que buscan crear confusión en él. El hombre, siempre preocupado por su mente, por su orientación, está obligado a pasar por un cierto período de tiempo, una especie de confusión que resulta precisamente del hecho de que la limitación o delimitación entre la inteligencia universal en él y las formas de inteligencia planetaria creadas por él, a lo largo de los años, aún no está establecida. Es la falta de delimitación entre la inteligencia interior y el hombre lo que hace que este último viva una vida confusa, cuando se hace cada vez más consciente del origen de sus pensamientos.

La confusión es un estado esencial que forma parte de la etapa de reestructuración de su mente inferior, con miras a desarrollar la mente superior en él. Las leyes del espíritu son simples, pero la energía que el espíritu lleva, cuando penetra en la mente inferior del hombre, es inusual en la experiencia del pensamiento del hombre. Y es por eso que este último puede experimentar un período en el que se establece una cierta confusión en su mente. Pero esta confusión es siempre proporcional al apego personal que tiene a sus pensamientos.

Puesto que todo pensamiento es una forma, y puesto que toda forma de pensamiento no transmitido contiene, en sí mismo, una cualidad emocional directamente relacionada con la experiencia humana, es obvio que el hombre, neófito en su experiencia, debe vivir su realidad de acuerdo con la estructura misma de su mente inferior.

El condicionamiento del hombre es tan vasto, tan matizado, que sólo con el tiempo aprende a discernir, detrás de sus pensamientos, en la jungla de sus pensamientos, otra forma de pensamiento que emana de un centro superior de sí mismo y que sirve para iluminar el vasto campo de su experiencia de pensamiento. La actualización, en él, del pensamiento objetivo, del pensamiento universal, le revela con una certeza demoledora que el dominio del pensamiento está sujeto a la forma y que mientras el hombre esté sujeto a la ilusión de esa forma, no puede estar en conexión con la inteligencia universal.

El hombre debe liberarse en su pensamiento, es decir, su pensamiento debe venir de las profundidades de sí mismo, ser totalmente personal, y no el resultado de ningún condicionamiento. Sin este poder de pensamiento personal, que es a la vez pre-personal, el hombre es incapaz de situarse en la vida frente a su propia realidad interna. Se ve obligado, por la misma razón, a enfrentarse a una realidad que no es la suya y que necesariamente debe prevalecer sobre sí mismo, porque es creada desde cero por las conciencias colectivas de la sociedad o de la civilización.

¿Cómo es posible que el hombre se encuentre a sí mismo, que se encuentre frente a sí mismo, si no es capaz de captar en sí mismo el hilo cada vez más fino de sus pensamientos más personales? Por eso la conciencia supramental, o el contacto del hombre con la inteligencia universal, es el fundamento mismo de la libertad individual del hombre y el refugio de su libertad personal. No es lo universal en el Hombre lo que crea insatisfacción, culpa, culpa, culpa, error, estupidez, sino la inteligencia del Hombre invalidada por pensamientos, por sentimientos, que no nacen en las profundidades de sí mismo, sino en las capas condicionadas de su mente.

Es difícil para nosotros comprender, captar la increíble posibilidad que tenemos de utilizarnos a nosotros mismos, de vivir en conexión con la inteligencia supramental, que busca, por todos los medios, penetrar en nuestra conciencia. Viajamos toda la vida, bajo un techo creado desde cero -por las opiniones de los demás, por los pensamientos de los demás, y a menudo cosidos por los errores de los demás- que nos vemos obligados a aceptar porque no tenemos otra alternativa personal. En otras palabras, no usamos nuestra inteligencia interna o supramental. Y lo que nos paraliza en el uso de nuestra inteligencia supramental es precisamente el miedo que tenemos a comunicarnos con los planos de donde proviene esta inteligencia.

Porque se nos dice, se nos confirma, que cualquier comunicación dentro de nosotros mismos es infantil o alienada. Ya sea que algunas comunicaciones sean alienadas o alienantes, no hace falta decirlo. Pero una vez que el hombre haya comprendido las leyes de la mente, le será fácil reconocer los mecanismos de la alienación. Para que muchos de los que sufren de comunicación con otros planes que retrasan su evolución y crean confusión en sus mentes, puedan ser aliviados de su dolor.

Pero la alienación del hombre no es común entre las personas que buscan el conocimiento, la sabiduría filosófica o la autocomprensión. El hombre no debe temer la infinidad de su propio espíritu, ni debe temer la inteligencia universal que busca atarse a su espíritu, para iluminarlo y hacerlo sentir su propia infinidad.

La ciencia de la psicología es una ciencia relativamente nueva. La importancia de esta ciencia será destacada a medida que el hombre descubra el poder de su mente. Pero el poder de su espíritu siempre estará en relación con las fuerzas crecientes de su inteligencia, y su inteligencia crecerá cuando su espíritu sea iluminado, cada vez más, por el espíritu universal que dirige la evolución.

A partir de este momento, la psicología del hombre será una ciencia profunda y maravillosa, generando en él el conocimiento total de su ser y la realización profunda de sus vínculos con los planos invisibles que dirigen la evolución. El hombre ya no puede seguir trabajando solo, atrapado como está en la materia, el espacio y el tiempo. La parapsicología abrirá cada vez más las puertas de lo que hoy es insondable, y la psicología tratará de integrar en sus estudios el misterio del hombre, de todo lo que está más allá de los sentidos, más allá de lo sensorial, más allá de la lógica, es decir, de lo que es y que emana de la realidad espiritual del hombre.

Aquellos que tengan la oportunidad, por una u otra razón, de comenzar a estudiar, a nivel personal, la naturaleza de sus pensamientos, el origen de sus pensamientos, y de comparar en el instante sus verdaderos pensamientos con sus pensamientos subjetivos, serán automáticamente los pioneros de una psicología personal, intuitiva y supramental.

La disminución de la inconsciencia en un número de Hombres sólo puede resultar en el aumento de la conciencia supramental y la comunicación entre el Hombre y los planos invisibles. Esto es inevitable dada la realidad misma del estado mental generado por la conexión entre la mente del Hombre y la conciencia supramental, tal como se manifiesta por un ajustador de pensamiento.

Será útil que sepáis y comprendáis que cualquier contradicción que surja en vuestra mente con respecto a las palabras o ideas que emanan de la conciencia supramental proviene de la incapacidad del intelecto humano para absorber los matices del espíritu y para generar instantáneamente en la mente inferior las vibraciones que caracterizan estos matices.

La palabra, el verbo, no es sólo una forma, sino una energía en una forma. El intelecto se adhiere a la forma, cuando la mente despierta recibe energía en la forma. Una mente despierta puede percibir todas las formas y sutilezas de la energía, y así liberarse de la carga de las influencias creadas por las contradicciones aparentes, cuando la palabra utilizada por la mente se utiliza para transmitir su energía.

Mientras el espíritu del hombre no esté despierto, mientras la conciencia no sea suficiente y el intelecto reine, el hombre no podrá separar la realidad de la impresión vibratoria de la impresión intelectual creada por la aparente distracción de su verdadero espíritu contra su inteligencia racional, lo que conduce a una contradicción. La contradicción no existe en la mente. Es un producto de la inteligencia humana, incapaz de recordar perfectamente la grandeza y profundidad del pensamiento que la anima. Por eso es tan fácil para la mente supramental frustrar constantemente el intelecto humano, que está fosilizado, rigidizado por la forma, en lugar de ser dilatado, suavizado, por la energía de la forma. En otras palabras, el intelecto humano debe convertirse en un zapato cuya textura está hecha de cuero suave, en lugar de cuero endurecido por el uso.

La contradicción está en la raíz misma de la falta de entendimiento entre un hombre que está en la mente y un hombre que está fuera de la mente. La contradicción sirve al hombre que está fuera de sí, en la medida en que le permite creer que puede, o debe, competir con los conceptos expresados por el hombre que está en la mente. Ahora bien, el hombre que está en el espíritu nunca está en estado de rivalidad, establece los hechos tal como le son presentados por el espíritu, a fin de arrojar más claridad posible sobre la inteligencia de las cosas, para la evolución del intelecto humano.

Si el intelecto humano trata de comprender lo que el espíritu quiere transmitir, simplemente usando palabras, la forma de las palabras, entonces fracasará. Porque el espíritu está en la energía que alimenta la forma, no en la forma. Como se dice en la tradición: “la letra es la letra, pero el espíritu de la letra es el espíritu de la letra”. La letra puede ser cambiada, pero nunca el espíritu de la letra.

Por otro lado, el intelecto humano que trata de sentir lo que está en la forma, lo que se dice detrás de lo que se escucha, suavizará su inteligencia de la forma y, poco a poco, llegará a captar lo que se quiere decir, en lugar de captar lo que se quiere escuchar. Nunca hay ninguna contradicción en la mente, porque la mente es universal, la mente está unida por su propia naturaleza. Mientras que el intelecto se ve obligado, por su comportamiento, a dividir, comparar, establecer categorías, con el fin de diversificar lo que cree que es el conocimiento para llegar, en un momento dado, a una suma que le permita creer que reina como maestro. Por eso el intelecto se enorgullece ante la mente y se queja de la contradicción que parece emanar de ella.

Sin embargo, no busquéis la contradicción en el espíritu, sino la contradicción en vuestra inteligencia. Buscad la grieta en vuestra inteligencia que está en la raíz de la contradicción, y veréis que la mente es pura, que la mente es prepersonal, que la mente está más allá del intelecto del hombre y que sirve para iluminar, para arrojar claridad sobre la disposición de la inteligencia humana. De esta manera, os alegraréis de oír las palabras del espíritu, porque éste se convertirá para vosotros en una fuente constante y permanente de comprensión y de verdadera comprensión.

Como el intelecto humano pretende glorificarse a sí mismo, la búsqueda de la contradicción, para él, es un poco similar a la caza que un hombre lleva a cabo contra la caza. Armado con una herramienta hecha a la medida de su inteligencia, mata a una presa hecha a la medida de la vida, y cree que tenía supremacía sobre la vida. No es el espíritu el que distorsiona la realidad, sino la inteligencia humana la que no puede recibirla. Entonces, acusamos al espíritu, cuando en realidad deberíamos acusarnos a nosotros mismos.

Pero el hombre siempre prefiere dar razón a su intelecto, a su lógica, porque no conoce las leyes de la mente y no sabe comunicarse con la mente, por lo que no tiene idea de cómo se genera la mente en su inteligencia. Si estáis atentos al espíritu que hay en vosotros, no buscaréis y no veréis ninguna contradicción, porque vuestro intelecto se apartará temporalmente para dejar penetrar la luz que es el espíritu. Pero si buscáis la contradicción en el espíritu, amplificaréis el orgullo de vuestra inteligencia, de vuestro intelecto, y creeréis que habéis rodeado al espíritu. De esta manera retrasarás el avance de tu inteligencia hacia lo supramental, y cerrarás una preciosa puerta al conocimiento intuitivo y al conocimiento universal.

Si la mente te rechaza la información en cualquier momento de tu vida, no es porque no sea conocida por el espíritu, sino porque éste debe protegerte de demasiada luz, para que tu intelecto pueda acostumbrarse a ella y tus emociones no puedan ser perturbadas por demasiadas revelaciones de la mente, que consideras intelectualmente importantes o interesantes, pero cuya mente, debido a su sabiduría, conoce los peligros. El intelecto humano es como un niño, quiere saber hoy lo que sólo debe saber mañana, y cuando se le niega lo que debe saber mañana, se vuelve contra los que lo rechazan. Pero mañana, se da cuenta de que los que le rechazaron ayer tenían razón.

Yo os digo que el hombre debe ser humilde en el conocimiento, si quiere tener acceso a todo el conocimiento, y no un conocimiento parcial que es más peligroso que todo conocimiento. Muchos de ellos se lastimaron porque conocían un poco de conocimiento. Si el hombre supiera realmente lo mucho que el espíritu quiere transmitir de sí mismo al hombre, sería triste conocer la condición que impide que ese mismo espíritu revele al hombre su luz. Por eso os digo: cuanto más practicáis la comunicación con el espíritu, más el espíritu entra en vosotros, y cuanto más entra en vosotros, más os prepara para recibir la energía que es el fundamento mismo del conocimiento transmitido por el espíritu al hombre.

Como hombre, reivindicamos todo tipo de habilidades y hazañas. Pero tan pronto como el espíritu comienza a penetrar en nosotros, nos damos cuenta de que su penetración es tan poderosa que las paredes de nuestro intelecto comienzan a agrietarse, y que ya tememos la ruptura total de estas paredes, y aun así, nos atrevemos y tenemos el descaro intelectual, si no el orgullo intelectual, de reclamar al espíritu que nos revela todo. Y sin embargo, la misma penetración de la mente en nuestra inteligencia se convierte, a veces, en un aspecto terrible de nuestra experiencia, pero todavía no hemos entendido.

Por lo tanto, advierto a todos los que entran en comunicación con lo supramental que no esperen nada, que esperen hasta que la experiencia sea vivida lentamente, para que los lazos entre el intelecto y el espíritu maduren, para que el intelecto crezca, se ablande y se convierta en un sólido reservorio para el conocimiento que el espíritu le traerá cuando llegue el momento. La experiencia de quienes han experimentado la penetración de lo supramental hasta un grado avanzado servirá siempre como medida para quienes se atreven, por razones de inteligencia, de orgullo intelectual, a querer anticiparse a los tiempos.

actualizado el 14/08/2024

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